¡A las buenas lecturas!
Este ha sido el mes de las historias feministas, del repaso concienzudo al
siglo XIX, de ser consciente de aprender mientras leo. Se me han juntado textos
que han cruzado la misma temática pese a tener diferentes ambientaciones.
1.- «Fernweh: rumbo a lo desconocido», de
Literup Ediciones. Ilustración de portada de Libertad Delgado.
Este
libro de relatos en clave de terror, fantasía y ciencia ficción me lo trajeron
mis colegas de AutoraZ
del Celsius, convenientemente firmado y dedicado por la mayoría de autores
participantes, incluyendo a la portadista. Ni qué decir tiene que el detalle ha
sido precioso, pero la edición también es una preciosidad.
Una
no se da cuenta de hasta qué punto las personas creativas estamos preocupadas
por la crisis climática hasta que lee una antología cuya premisa es plasmar «la
nostalgia por querer descubrir el mundo, por salir de nuestra zona de confort».
Prácticamente la totalidad de los textos hace referencia a un planeta devastado
del que huir o con una climatología llevada al extremo. Y eso es lo que más me
llama la atención.
Vi
por twitter, en su momento, la convocatoria para participar y reconozco que, al
principio, el concepto fernweh –una
palabra alemana que significa «dolor por lo lejano»–, por mucho que se explicara,
me dejaba con un sabor extraño. No de indiferencia, sino de no saber por dónde
cogerlo (también por motivos de dislexia). Ahora sí lo he entendido. Aunque
algunas temáticas ya las tengo un poco rodadas, en general me han parecido unos
relatos con mucho trasfondo, con infinidad de segundas lecturas, sorprendentes
por la clave de humor o terror inesperada y, sobre todo, un inevitable anticipo
de la que nos está cayendo.
2.- Feminismo
en el Islam. Convergencias laicas y religiosas, de Margot Badran.
Traducción de Tania Arias.
Esta
ha sido la propuesta más votada del mes en el Club de Lectura Feminista y LGTBI
«Lees Otras Cosas». De hecho, ha disparado el índice histórico de participación
en nuestros debates. Cuando
tuve el libro en mis manos, lo primero que pensé fue que en occidente no
tenemos la menor idea de qué implica ser feminista en el ámbito islámico. Y
luego supuse que el feminismo en la cultura islámica seguramente estaría
enfocado de una manera diferente que en Europa. En efecto, así es. El texto se
hace un poco repetitivo a veces, porque está compuesto de fragmentos de varios
estudios. Sin embargo, eso ha hecho que entienda las cuestiones que se plantean
desde varios enfoques.
Se
trata de una obra que engloba algunos artículos seleccionados sobre el
feminismo en Egipto y en otras sociedades musulmanas que la autora ha ido
escribiendo desde la década de los 80 y que ya aparecieron, en su momento, en
diferentes publicaciones, más un artículo inédito a fecha de 2012. Un ensayo
muy nutrido a lo largo de su trayectoria como historiadora e investigadora, en
tanto en cuanto ha sido una de esas mujeres que peleó por conseguir que la
disciplina de estudios de la mujer se haya afianzado y tenga “su puesto
asegurado” dentro de los estudios islámicos y los estudios de Oriente Medio.
Hay
tantos mitos en la sociedad islámica como en la cristiana o en cualquier otra.
Hay prácticas anteriores a los libros sagrados que se mantienen sin que la
población lo sepa, hay una tradición popular que se da por sentada sin que en
realidad se cuestione. Eso es igual en todas partes, por desgracia. El
desconocimiento se pone de manifiesto, día tras día, cada vez que las personas
intentan debatir, defender o censurar. Además, cuando se introducen términos
nuevos, barbarismos que intentan encontrar una traducción lo más fiel posible,
la barrera cultural dificulta el acceso a la información y la asimilación de
todo lo que esos términos implican.
Eso
sucedió con el término feminismo en
el Tercer Mundo. Hizo falta un proceso
largo y costoso para que cada cual plantease su feminismo desde los paradigmas
laico e islámico y para que todos los feminismos convergiesen en su diálogo,
siempre como creaciones propias. Y para que la desigualdad entre clases, se fuese
paliando con discursos apropiados. Me ha sorprendido la cantidad de
publicaciones que llevaron a cabo las mujeres, desde finales del siglo XIX, y
las diferentes estrategias de cada una de las líderes más representativas de
cada movimiento.
Pese
a la densidad y la extensión del texto, me ha sorprendido de manera grata. He
conocido infinidad de datos que creo que, en general, por aquí se ignoraban o
no se tenían muy presentes. Y he podido hacerme una idea muy completa de los
diferentes aspectos que intervienen a la hora de tomar partido hacia una
postura u otra. No obstante, lo más interesante, al acabar la lectura, fue el debate que tuvo lugar con personas de diferentes nacionalidades, especialmente con mujeres árabes, que ayudó a enriquecer la mayoría de esos aspectos.
3.- Epigrafías,
de Carla Berrocal.
Este
librito ha sido una donación de OVNI Bazar Bizarro al Club de Lectura Feminista
y LGTBI «Lees Otras Cosas».
La
escritora Natalie Clifford Barney –feminista y lesbiana con las ideas muy
claras desde mozuela– es homenajeada en esta pequeña novela gráfica de páginas
a cuatro viñetas, como si de esbozos se tratara, en un jugoso repaso a su vida
amorosa, con algunas de las mujeres más relevantes: Romaine Brooks, la pintora
estadounidense con la que tuvo la relación más duradera, Dolly Wilde, famosa
por sus ingeniosos epigramas y adicta a la autodestrucción, Renee Vivien, la
poeta que la pretendió como pareja fiel, y la bailarina armenia Armen Ohanian.
Una
obra curiosa y llamativa que apela a la curiosidad, tanto si se ha leído a
Natalie como si no.
4.- El
viajero del siglo, de Andrés Neuman.
Esta
ha sido la lectura del mes en el Club de las Letras de Santa Fe. Un buen tocho
que se me ha juntado con otro tocho –y con otro que finalizaré para el mes que
viene–. Creo que es la primera vez que he tenido que calcular el número de
páginas que tenía que leer a diario de cada libro, para llegar a tiempo a las
fechas de los comentarios...
La
novela plantea un repaso por la Europa postnapoleónica, esa época en la que los
europeos eran tales: la gente culta leía en las principales lenguas vecinas y
debatía las novedades sociales y editoriales. Se analizan el progreso, el pensamiento,
los cambios sociales, las tretas de los gobiernos –de ahí que Wandernburgo sea
tan difícil de ubicar–, la organización territorial y las teorías de los
filósofos del momento.
Pero
los hombres, claro. Salvo célebres excepciones como Sophie Gottlieb, que
organizaba un Salón en casa y moderaba el debate, las mujeres eran espectadoras
que reprimían su opinión –en caso de poder tenerla– ante el padre, el cura o el
marido. Me encanta esa Elsa, que sabe que nunca va a pertenecer a una clase
pudiente, por mucho que parezca que Álvaro le puede tender un puente, y que
rechaza el término “amiga” de la señorita por la que debe velar. Y me estremece
por igual Lisa, la joven de la pensión, que parece que nació con las yemas de
los dedos peladas de tanto fregar. Ambas aprenden a escondidas, alentadas por
la voluntad de escapar del destino que la vida les impuso por haber nacido en
familias de clase trabajadora.
Los
tempos los marca el organillero con su organillo, ese instrumento que se
retrata como atemporal, y se inmortaliza en todas la lenguas europeas. La
narración carece de diálogos señalizados como tales. Con una habilidad
endiablada, el autor nos presenta dos núcleos de tertulia, el Salón y una
cueva, donde se habla de todo un poco, y se las arregla para que el texto
englobe los guiones, las cursivas y los entrecomillados, con tal de aliviar espacio,
sin que se pierda el hilo. Se da un repaso tan ágil como profundo a todos los hábitos, prejuicios, circunstancias y periplos racionales y constantes cambios del siglo, desde el conocimiento global y en perspectiva, de alguien que habita nuestro tiempo.
El organillero es un personaje universal, que sabe de todo y carece de todo, pues se ha desprendido
hasta de su nombre, para que no le pese.Al final, una siente que esos personajes tan entrañables, el organillero y sus invitados, podrían ser su propio grupo de amistades, salvando las distancias: la clase obrera que escribe el futuro de la lucha por sus derechos.
5.-
«Vulva estelar». Femzine ma(u)rciana #1
A
finales de octubre, estuve en la librería de avisos Bakakai, en una charla–coloquio
con las editoras de Vulva Estelar. Estuvieron hablando de su experiencia en
editar de manera independiente desde una perspectiva de género desde sus
orígenes, con la repercusión mediática que tuvo su polémico pistoletazo de
salida. Y nos animaron a generar debates, a plantear preguntas y colaboraciones
para la creación de fanzines.
La
verdad es que se me encendieron unas cuantas luces, a raíz de aquella reunión
y, aunque no abrí la boca –preferí escuchar y aprender–, me volví a casa la mar
de contenta e inspirada. Me
traje la publicación número 1, que fue la que más me llamó la atención. Navegar
por sus páginas ha sido como revivir mi época de otaku, cuando seguía de cerca las publicaciones aficionadas de otros
lectores y cuando yo misma me planteaba hacer alguna. Nunca lo hice. Y todavía se
lanzan propuestas que intento esquivar por falta de tiempo...
El
caso es que ha sido una inyección de vitalidad revisar esta publicación. Un
activismo de género que combina reflexiones, críticas, ilustraciones,
literatura, debate, reseñas, fotografías y fotomontajes, crónicas y
confesiones. Quiero más chutes de estos.
Si no la leíste en su momento, te recuerdo que hice una reseña extra hace unos días, te dejo el enlace:
¡Esto es todo! Gracias por pasarte a leer. Si puedes, nos vemos este miércoles en la presentación de mi poemario, «Sintomatología de la
perdición».
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