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Quiero ser como tú


Son las 21:00 horas. Esta noche se me puede hacer larga, porque no hay nada provechoso en lo que pueda entretenerme. A mi madre, en cambio, se le va a pasar volando. Tiene un buen plan. Durante toda la tarde, no ha parado de sonar el teléfono, pero nadie pregunta por mí. Últimamente no me siento querido.

Ella es simplemente fantástica. A sus treinta y siete años, es una mujer bella y seductora. Es alta y oscura de piel. Posee un cuerpo muy bien formado y una impresionante melena castaña. Para qué hablar de sus pícaros ojos verdes. Se cuida mucho y sabe sacarse partido.

Desde que era pequeño, siempre la he recordado así, preparándose para salir, con las luces de la casa encendidas y la música resonando por todas las habitaciones. El aroma de sus cosméticos y el colorido de su vestuario me han hechizado noche tras noche. Hoy, incluso, el encanto va más allá.

No he podido evitar probar la macedonia de frutas que ha preparado. Hasta ahora no me había llamado la atención su manera de alimentarse, a base de platos sanos y ligeros. Sin embargo, he sentido algo especial mientras cenaba. Entre tanto, se ha acercado a mí bailando, me ha cogido la barbilla y me ha insinuado un beso con sus labios granates. Así es como suele despedirse de mí, no sin antes escucharme decir que está perfecta. Me guiña un ojo y se aleja con decisión por el pasillo.

Como hipnotizado, y persiguiendo el rastro oloroso de su perfume, me siento incapaz de conectarme a internet o de tumbarme en el sofá a leer un cómic. Esta vez quiero sentir que puedo ser más de lo que soy. Necesito esmerarme y ver resultados.

Pruebo a darme la ducha como ella, con guante de crin, gel tonificante y agua fría con tal de mantener los músculos fuertes y la piel tersa. Me lavo el pelo con champú para niños y lo envuelvo en una toalla. Me cubro con su albornoz blanco.

Me dirijo al salón y cambio de música; me apetece algo más clásico. Desnudo frente al espejo, noto que mi piel no es suave, así que recurro a su calentador de cera. Me impregno las piernas, tramo a tramo, envuelto en un cúmulo de sensaciones y llego hasta las ingles. Por último, subo hasta el vientre, el pecho y las axilas. Me voy gustando cada vez más, por lo cual apuro el afeitado facial y doy forma a las cejas con sus pinzas.

Con el cutis listo para una intensa sesión de estética, me aplico su mascarilla depuradora de algas verdes, la leche limpiadora para retirarla, la crema hidratante, el corrector de ojeras y la base de maquillaje. Llevo tantos años observando cómo lo hace, que me resulta de lo más normal. Lápiz de khol, máscara de pestañas, sombras de ojos, perfilador, barra de labios, colorete, polvos compactos e infinidad de brochas, pinceles y esponjas: Un combinado de texturas y tonos destinados a esculpir los rasgos.

Resulta impresionante el cambio tan grato y reconfortante que estoy experimentando. Más ilusionado que si de una cita se tratara, corro hacia su vestidor y contemplo toda su ropa. Sus modelos son una preciosidad, a cual más elegante. Me deleito probándomelos uno a uno y al final me decanto por el anaranjado. Tiene un escote muy sensual y una apertura en la pierna derecha que permite mostrarla al caminar. El azul también me ha gustado mucho, pero me iba a resultar algo difícil camuflar el sujetador con la espalda al descubierto.

Elijo cuidadosamente la ropa interior. Braguitas de blonda y un sostén con aros que relleno de algodón. Apuesto por lo seguro y escojo unos pantys de cristal seda. Los zapatos de tacón alto y el bolso en un matiz semejante al del traje completan el conjunto.

Su joyero es otra tentación. Tiene de todo, aunque solo se pone lo imprescindible. Me fijo en un collar plagado de piedras de ámbar y cuarzo que aúna de manera magistral los tonos ocres y rosas con fragmentos de cuerda, madera y metal. Busco hasta encontrar los pendientes a juego, largos y coloridos.

Me queda peinarme. Retiro la toalla y me complazco de no haberme cortado el pelo, pues, en el fondo, mi melenilla rubia me ha ayudado mucho a parecer atractivo. Al conectar el secador, la música se vuelve inaudible, por lo que acudo presto a subir el volumen: "Lemooon. See through in the sunlight. She wore lemooon..." La necesito para no cometer ningún error en todo este mágico procedimiento. Con ayuda de espuma moldeadora y del difusor, defino el rizado natural y lo entrelazo en un recogido informal.

Recojo sin prisa todo lo que he utilizado y regreso a su dormitorio, para contemplar mis logros. Es increíble. Si nadie supiera quién soy en realidad, creo que más de uno pensaría lo que no es. Me entusiasma el reflejo que me devuelven las lunas. ¡Creo que estoy estupenda!

Sin embargo, encuentro que este vestido de satén es demasiado glamuroso para mi primera vez. No me atrevo a salir así y hasta me faltaría soltura para llevarlo. Muy a mi pesar, me desprendo de él y lo coloco donde estaba. Reparo de nuevo en el azul de terciopelo que un principio deseché. Lo acaricio con fruición y me lo vuelvo a probar. Inevitablemente, me invade una atracción tan poderosa, que no puedo dejar de mirarme. El modisto de mamá debe ser sacado en hombros.

Revuelvo todos sus cajones hasta encontrar un body consistente en un sujetador sin tirantes de color marino unido a un tanga mediante lycra drapeada. Ya lista, con todo lujo de detalles en complementos, echo en un bolso de mano un minúsculo monedero, mi tarjetero, las llaves, pañuelos, la barra de labios y la polvera.

Esta vez no se puede superar. Mientras busco en el listín telefónico el número del local en el que ya debe haber una buena juerga, Bono susurra de lo más sexy el tema que me infunde espíritu para lanzarme. "If you weaaaaar that veeeeelvet dresssss".

-Buenas noches, quisiera saber si continúa la fiesta de Alicia Nielfa. (...) Muy amable. Dígale que estoy a punto de llegar, por favor. (...) Exacto, la señora Beltrán. Gracias de nuevo.


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