lunes, 28 de octubre de 2019

Libros leídos en octubre



Bueno, parece que he sobrevivido a mi primer mes de formar parte de tres clubes de lectura y de gestionar eventos para dos de ellos. Así que brindo por ti, que me lees. Estos son los títulos que me han podido entrar por los ojos a lo largo de estos días:


1.- El rey recibe, de Eduardo Mendoza.

Este libro me lo regaló mi hermano, hace unos meses. Varias personas de mi entorno ya lo estaban leyendo por entonces y yo he tenido que esperar un poco, pese a los comentarios positivos que me iban haciendo llegar.

Tengo relativamente frescos La insoportable levedad del ser y La noche de las mariposas, dos novelas que plasman algunos fenómenos sociales que se tocan de pasada en esta lectura, como son la Primavera de Praga y el cabaret, y que me han ayudado a hacerme una idea de cómo estaba el percal social, político y cultural en Checoslovaquia y en Barcelona, respectivamente, entre los 60 y los 70.

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No conocía el detalle de que este tomo es el primero de una trilogía denominada Las Tres Leyes del Movimiento, la cual tiene previsto recorrer los principales acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX. En efecto, en esta parte el autor ya retrata la dictadura en España, con toda su represión y sus reaccionarios seguidores.

Y lo hace de la mano de Rufo Batalla, un aspirante a periodista desganado que pretende encontrar la emoción sin esfuerzo alguno, y un surtido de personajes –ficticios y reales–, de lo más disparatado, muy representativos del panorama de la época, que me han llevado a soltar más de una carcajada. A posteriori se me han ocurrido una serie de comparaciones odiosas, la mar de divertidas.


2.- Donde siempre es octubre, de Espido Freire.

Conseguí este ejemplar gracias a una de las periódicas donaciones que hacemos los integrantes del Club de las Letras de Santa Fe. Leí Irlanda el año pasado por estas fechas y ya me hice una idea de los universos intimistas, de exquisita belleza, y de los personajes aficionados a vivir de cara a la galería a la vez que cultivan sus demonios interiores que se saca la autora de la manga.

En este libro, la historia transcurre en una ciudad de la que más de un habitante ansía escapar y a la que todos acaban regresando. Con una atmósfera melancólica y semi onírica, se alternan la primera persona y la tercera para crear una voz coral que recalca las envidias, las injusticias, las palabras que nunca llegan a decirse en el momento oportuno, las vidas echadas a perder, la bajeza, el maltrato sutil de quien sabe manejar a los demás. Se retratan con un deje de costumbrismo el suicido, el incesto, las traiciones de todo tipo, las enfermedades y las deudas de honor.

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Los personajes se perfilan con claridad a partir de pinceladas precisas que ponen de manifiesto toda su humanidad. Tanto en los que en apariencia son más fríos, al igual que en los más pasionales y en los que no destacan por temple alguno, vemos su comportamiento justificado, ya sea por la indolencia de su infancia, por la sordidez de su existencia o por el mero gusto de jugar a ver qué sucede.

Me encanta esa ciudad dividida entre el norte y el sur; entre la burguesía y la clase obrera donde cada cual, desde su prisma, se enfrenta al tedio de unos días que parecen siempre iguales, y donde prevalece la opinión de que las cosas siempre seguirán así, aunque en el fondo ansían que los acontecimientos se desencadenen de manera rotunda, para evitar involucrarse.

Y, en efecto, Oilea termina por desvanecerse cuando la revuelta del sur y el acoso del norte van más allá de lo previsto, de modo que bien debió estar lo que bien acabó.


3.- Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina.

Este libro lo leí en 1997; fue mi premio al mejor trabajo literario presentado en el concurso que organizaba el instituto donde cursaba COU. Recordaba que, como novela policíaca, era más elegante que otros títulos que había leído en años anteriores, que los dos primeros capítulos eran brillantes –el primero por la metodología del inspector y el segundo por la manera en que presenta al tremendo Padre Orduña– y que me agobió el estilo de escritura, pues entremezclaba la narración con los pensamientos de los personajes y daba constantes saltos en el tiempo, así como que algunos pasajes fuesen tan reiterativos.

¿Por qué me lo he vuelto a leer? He cometido la locura de alistarme en el Club de lectura de Cúllar Vega. Y esta es la primera propuesta del curso. Francamente, a los diecisiete años se me escaparon muchos detalles, de modo que me alegro de haberlo hecho.

Ahora entiendo que ese vaivén temporal está más que controlado y que ese estilo narrativo responde a las obsesiones de los protagonistas. Me encanta el retrato psicológico que se hace de cada uno de ellos, desde el padre Orduña hasta la señorita Susana, pasando por el asesino y el propio inspector. Queda patente que cada cual es uno mismo por sus circunstancias. Hablando del personaje de Susana, supongo que es coincidencia pero, cuando se describe su experiencia matrimonial y los años de criar a su hijo en soledad, me ha transmitido la misma sensación con la que Elvira Lindo se retrataba como personaje en Lo que me queda por vivir. 

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El sentimiento de culpabilidad del anciano cura por la educación hiriente y represiva que aplicó a los huérfanos a su cargo y la amenaza reiterada de que “la cara es el espejo del alma”, condicionan al inspector durante casi todo el relato, llevándole a un estado de alerta permanente. No obstante, es su experiencia en la investigación y los detalles que solo podían aportar las buenas observadoras –las descripciones, la constancia de la luna llena– lo que hace que el inspector vaya sacudiendo su insensibilidad en aras de su sexto sentido.

La cadena de acciones y repercusiones que une a unos y a otros es de una humanidad agobiante. La culpa está presente en todos ellos,en realidad, excepto en el asesino. Sin embargo, su doble moral le lleva a cultivarse una reputación intachable de cara a los conocidos de esta ciudad de provincias –que, aunque no se mencione, parece que se trata de la literaria Mágina– mientras que, a solas con su cabeza, su frustración y su odio sistemático hacia todo cobran vida propia. Imposible no sentir cierta empatía ante esa faceta de marginado.

Me encanta el cierre de doble cazador cazado y cómo se juega con las expectativas del lector con un final lo suficientemente abierto como para que cada cual imagine a su gusto.


4.- Todas las mujeres alguna vez, de Tarha Erena Alora. Ilustraciones de Irene Bofill.


Hemos propuesto esta lectura para iniciar el nuevo curso en el Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas». Se trata de uno de esos libros-joya que entran por el ojo, un poemario ilustrado compuesto de reflexiones expresadas en prosa poética, que analiza la cualidad multifacética de las mujeres.

Tarha es una mujer valiente y visceral que destripa la condición femenina tras sumergirse en ella, desde la jugosa cita de Alejandra Pizarnik que abre su texto, hasta la página final, en la que apela a cada lectora a reconocerse y aceptarse. Y es que, verso a verso, una descubre que no puede prescindir de ningún rasgo de su ser, por mucho que predomine uno y otro. En estos tiempos convulsos, de constante cambio –y forzosa adaptación al mismo– en los que todavía recordamos lo que nos enseñaron de pequeñas y, sin embargo, aún no hemos decidido a qué dedicarnos cuando seamos mayores, las mujeres nos vemos en medio de infinidad de corrientes que nos arrastran.


Qué lejos queda el discurso de nuestras antepasadas: «Las mujeres tenemos que saber hacer de todo». Y, pese a ello, es una máxima que sigue de actualidad. Si bien las ocupaciones diarias y las aspiraciones han cambiado, la versatilidad es la etiqueta que siempre nos caracteriza. La única diferencia es que antes esas corrientes eran una imposición: la casa, el marido, los hijos, la abnegación. Ahora, las corrientes que nos sacuden nos llevan a probarnos y a retarnos de manera continua. Estudiamos, viajamos, trabajamos, decidimos, parimos, criamos, cuidamos, educamos, compartimos, salimos, entramos... Vivimos. Y, en cada una de estas facetas, nos descubrimos, nos aceptamos.

Lo tenemos todo y estamos aquí para no perdernos nada. Podemos ser amantes, viajeras, sabias, amigas, profundas, locas, sufridoras, madres, guerreras. Somos todo lo que nos haga falta ser, sin tener que renunciar a ser niñas. Todo eso nos recuerda Tarha, como en un viaje ancestral a lo más arraigado de nuestra estirpe, en este canto al autoconocimiento y a la sororidad.


5.- «Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España», edición de Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón.


Andaba detrás de este libro desde que escuché hablar a Teresa López-Pellisa, junto a Sofía Rhei, Lola Robles y Elia Barceló en el I Golem Fest de Valencia, hace un año aproximadamente. Hasta que al final lo he recibido como regalo. ¡Y qué regalo!

Pese a que las 500 páginas –entre la introducción y los textos– asustan, el libro se lee muy rápido, puesto que se trata de relatos, algunos de ellos bastante breves. Las antólogas han hecho una labor excelente al recopilar una historia de cada autora entre las numerosas que tenían en su haber literario. Pese a que han cercado la búsqueda en autoras que cultivan el cuento de manera asidua y han publicado al menos un libro de relatos o cuentan con algunos relatos en antologías relevantes, el trabajo es digno de elogio.

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En esta compilación, hay temáticas variadas, la vastedad de la condición femenina plasmada con riqueza y diferentes enfoques a la hora de abordar lo insólito, ya sea entremezclado con lo cotidiano o carente de ello.

Debo decir que he descubierto a numerosas autoras latinoamericanas, cuyos cuentos me han cautivado. Sus letras, sus temáticas, su manera de sentir. Qué pena no haber tenido acceso antes a ellas, porque me he perdido algo grandioso. Sin desmerecer a nuestras autoras, por supuesto. Lo que pasa es que a la mayoría de ellas sí las conocía.

Historias como Mi hermana Elba, de Cristina Fernández Cubas, La densidad de las palabras, de Luisa Valenzuela, Abel, de Anacristina Rossi, El huésped, de Amparo Dávila, Yo, cocodrilo, de Jacinta Escudos, Gracia, de Susana Vallejo y El ángel caído, de Cristina Peri Rossi me han llegado al alma.

Ojalá pronto una segunda antología.


6.- Binti. La mascarada nocturna, de Nnedi Okorafor. Traducido por Carla Bataller Estruch.

Conseguí este libro cuando Carla y Elena, editoras de Crononauta, vinieron a la Librería Bakakai de Granada a presentarlo. Tenía que completar la trilogía.

Conforme he ido siguiendo la evolución del personaje principal, más he podido admirar la verosimilitud con la que ha sido construido. Binti es una joven de 17 años, con una gran madurez y, sin embargo, con la inocencia típica de su edad. Como mujer arraigada en las costumbres familiares y locales de su tribu, la himba muestra un fuerte sentido del deber y la obediencia. No obstante, su condición de maestra armonizadora y su afán de conocimiento hacen que se cuestione algunas de las imposiciones y restricciones a las que se ve sometida.


Este tomo está narrado en primera persona, salvo tres breves capítulos, que se cuentan en tercera persona. Una vez más me han sorprendido los constantes giros de la trama, las segundas intenciones de algunos personajes, o cómo se entremezclan la ciencia y la espiritualidad. Y el alcance de algunas acciones frente a la insignificancia de otras.

Lo más espectacular es el final abierto. La de ideas que suelta la autora en cada página es un anticipo de la cantidad de ideas que quedan en el aire, calculando sus posibilidades de ser, cuando la historia llega a su fin.  



¡Esto ha sido todo! Gracias por pasarte a leer. Nos vemos en unos días, con la crónica de la presentación de Las 23 hojas del mar.





lunes, 14 de octubre de 2019

Día de las Escritoras



Hoy, 14 de Octubre, se celebra el Día de las Escritoras. Aprovecho para actualizar la agenda:

El pasado 25 de septiembre presenté mi poemario inédito «Sintomatología de la perdición» –tengo un serio problema con eso de alterar el orden de las cosas– en formato recital, en el Camino del Avellano, dentro de la programación estival del Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas».






















¡Gracias por las fotos, Chevalbleu!

Y esta mañana, con puntualidad y rigor, la web Origen Cuántico ha querido homenajear a las escritoras de género publicando un microrrelato por autora. Entre todas las aportaciones, de ciencia-ficción, terror y fantasía, podéis leer mi texto Performance.

https://www.origencuantico.com/dia-de-las-escritoras-en-origen-cuantico/


Por otra parte, lo que nos traemos entre manos desde el Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas» para inaugurar este nuevo curso es bien interesante: 

Tarha Erena Alora Sarmiento López presentará su nuevo poemario «Todas las mujeres alguna vez» el jueves 24 de octubre en el hotel Gar-Anat, con el acompañamiento musical de Victoria Cruz. Si nunca has visto a esta artista en directo, te la recomiendo. Su visceralidad te atrapará.




¡Y eso no es todo! 

El viernes 25 de octubre recibiremos en el Instituto de América de Santa Fe a Mónica García Rodríguez, autora de Las 23 hojas del Mar, que estará arropada por el ilustrador Jotta y por los integrantes del Club de las Letras. 




¡Larga vida a las escritoras! ¡Y a los clubes de lectura!

Gracias por pasarte a leer. Nos vemos en 15 días con una nueva lista de lectura.