La Ley de las Entrañas





Mi madre me enseñó a masturbar la mente 
y a excitar las tripas. 
Yo he perfeccionado el arte, 
y ahora sé alojar mi cerebro en el regazo.

@LaviniaLively.
23 de enero de 2014.



Puedes ver aquí el booktrailer:

 https://youtu.be/eFAEdONVOA4






                                                                        
FRAGMENTO

Contrapunto



Hoy es la gran noche.

El Manchester United tiene a la ciudad en vilo. Llevamos más de una semana respirando excitación por todos los rincones, pero ya alcanza su cuota máxima. Por suerte la final se juega en Wembley, así que en principio no debe haber más problemas de tráfico que los habituales.

Enrique tiene por costumbre visitarme los sábados cuando cierra el restaurante, sobre las once pasadas. A esas horas, la cena queda lejos, de modo que nos limitamos a tomar una copa, charlar y hacer pequeños planes. Los dos tratamos de acostarnos lo más pronto posible, para volver a madrugar la mañana siguiente. Aunque un rato parezca insuficiente, nuestra estrategia es la mejor manera de tener una relación al día, de cuidarla, de mostrarse. Y algo ideal para alguien que, como yo, gusta de abarcar muchos asuntos sin cansarse de ninguno. Lo considero mi premio del día por los deberes bien hechos.

Esta temporada está siendo crucial, puesto que soy una estudiante sin ataduras, con bastante tiempo libre y un futuro prometedor. Pero como la vida regalada puede empezar a resultarme monótona de un momento a otro, ha llegado el momento de olisquear nuevas posibilidades. Para no perder nunca el entusiasmo, es imprescindible estar entretenida y buscar continuamente ideas nuevas a las que dedicarse. Es la regla de oro que me rige.

Llevo varios días observando a un chico de otra clase. Es un auténtico cabrón. Bueno, el término me resulta ofensivo, puesto que en realidad me recuerda mucho a mí. No obstante, es lo que hay. Me mira con unos deseos en su semblante similares a los que afloran cuando estoy a solas conmigo misma. Creo que he dado con mi contrapunto masculino. Era cuestión de tiempo que le encontrase, porque el tiempo encuentra a todos por igual. Los novios acaban hablando de convivencia, los niños, por mucho que tarden, acaban comiendo solos, y las amas de vez en cuando fantasean con cambiar de registro.

Pero no va a ser esta noche. Tengo un asunto importante que resolver.

He organizado una jauría. De pequeña me impactó presenciar una auténtica jauría de caza, con una docena de perros. Que nadie quiera saber qué atraparon. Tuvieron que pasar algunos años hasta que me reconcilié con mi conciencia, con mis recuerdos, con mis pesadillas. Ahora lo siento como algo lejano, con lo que puedo vivir. Pero sin duda, es algo que me ha marcado. Y la palabra me resulta terrible. Jauría.

En realidad, no me dedico a la caza tradicional con perros y armas de fuego. Aun así lo que hago no deja de ser una cacería. Mi modo de emplearme, el rastreo, la partida, el armamento, los que salen conmigo. Cualquier detalle evoca una y otra vez en mi cabeza aquella escena depravada. Y no sé de qué me sorprendo, si soy depravada por instinto.

Sea como sea, siempre hay una persona, en algún lugar del mundo, vociferando para llamar la atención. Desafiando a otros que toma como seres inferiores, partida tras partida. Y para eso estamos yo y otros como yo. Para ajusticiarla. Hoy voy a ser el contrapunto del señor Grant. Tengo algo importante que enseñarle. Para mí es un mierdecilla como muchos otros a los que estoy habituada a castigar. Sé que ha estado intentando investigar, desde sus posibilidades, quién es la señora Shields. Ha cambiado las contraseñas de sus ordenadores y la cerradura de casa. También ha tomado unas medidas de seguridad con las que intenta sentirse mejor.

Ahora mismo está preparando una reunión. Una especie de cita en un hotel de las afueras. Por lo que le ha explicado su secretaria, el cliente está interesado en una propiedad al sur del país. Una residencia bastante exclusiva. Sin duda, el señor Grant tiene grandes expectativas para esta noche y va a hacer uso de sus mejores recursos. Hay mucho en juego.

A las 19:00 conecto el ordenador y comienzo el seguimiento de la operación. Mi compañero ya está en el hotel. Ha establecido una primera toma de contacto con el director en la que ha cotejado los datos que le han sido aportados. Tengo acceso a todos los comentarios que van realizando. Tras recibir el beneplácito, esboza una sonrisa apenas perceptible y se dirige a su habitación.

Dispongo de veinticinco minutos para preparar algo rápido y sencillo. Extraigo un recipiente con caldo de la nevera y lo pongo a calentar. Enchufo la plancha y apenas la pinto con una pizca de aceite, para hacer unos filetes de pechuga de pollo. Añado dos cucharadas de fideos al caldo y remuevo. Coloco en la mesa un mantel individual, una servilleta, los cubiertos, un vaso de agua mineral y una rebanada de pan. Me da tiempo a cenar tranquila y a dejar la mesa limpia y recogida para usarla como lugar de trabajo. A partir de ahora voy a estar pendiente de dos pantallas, y no quiero perderme nada.

19:30. Me coloco de nuevo la diadema con auriculares y micrófono. Les oigo. Están en el bar, tomando un aperitivo mientras se van conociendo. El señor Grant suena entusiasmado ante la posibilidad de la venta inminente. Está claro que esa propiedad le estorba. Por su parte, el cliente ha sabido escoger algo exclusivo, pero no demasiado ostentoso.

Vamos a por el lobo. Mis perros están hambrientos. El hambre es peligrosa cuando se está furioso. Y si la furia se desarrolla en clave sexual, el asedio de la jauría entiende de Dominación. Me gustan los uniformes que han escogido mis perros para su trabajo. Están sublimes y sus armas son preciosas. Me gusta que cuiden hasta el más mínimo detalle. Es una de las razones por las que acudo a ellos siempre que los necesito.

19:45. Empieza el partido. Abandonan el recinto, que se vuelve ruidoso de repente. El cliente invita al señor Grant a su habitación para profundizar en el negocio. Este acepta, como si formase parte indispensable de los asuntos delicados. Como si estuviese acostumbrado a aceptar invitaciones. Les oigo alto y claro y me preparo para pasar a la acción. Entran, D. da la luz y le presenta a su secretaria. Esta aprovecha el impulso del apretón del saludo para hacerle una llave y atarle las manos a la espalda. Antes de que pueda protestar y gritar, el televisor está encendido y a un volumen elevado. La mujer elegante con mechas rubias, joyas caras y ropa ceñida se queda estática unos instantes ante la incrédula mirada del señor Grant. Estoy segura de que la ha reconocido.

D. asegura su atadura a las barras del balcón, con un arnés previamente colocado sin tener que mantener la cristalera abierta. La víctima no tiene mucho margen de movimiento. Es torpe a la hora de tratar de zafarse, consciente de sus escasas probabilidades de escapatoria. Con el ritmo cardíaco acelerado, tartamudea al hacer la misma pregunta una y otra vez. Ellos no le prestan atención, centrados como están en su trabajo. D., que ha resultado un cebo fantástico, va a demostrar sus dotes cinematográficas. Se aleja de la presa y conecta su cámara, encajada sobre el trípode y bien dirigida a su objetivo.

Por su parte, la actriz que adopta la identidad genérica de la señora que le acosa exhibe su armamento. Recibo una señal auditiva que confirma la afinación. Tengo carta blanca para apuntar cualquier detalle que se le pueda escapar a mi compañera.

-Un tipo aparentemente normal, casado, con hijos y dueño de una empresa en expansión. Cuida su aspecto y su salud practicando golf de manera regular. Eso es lo que todos ven desde fuera, pero como yo le he visto por dentro, he podido hacerle una radiografía. ¿Se acuerda de mí? Soy Mrs. Shields. Este va a ser el partido más largo y más amargo que va a ver en su vida. Se juega usted más que Alex Ferguson. Y por cada gol que se marque esta noche, le voy a dar dos golpes. Uno físico y otro material.”

Si hay que cazar gusanos, el cebo es el dinero. Me pregunto cuánto tiempo tardará en tirarse al suelo, llorar y suplicar.

-Le voy a mostrar su radiografía. Quién lo iba a decir… ¡Está podrido! Con lo bien que le ven todos. Para empezar, es usted un impotente emocional, incapaz de satisfacer y de sentir satisfacción. Y un embustero despreciable. ¿Qué diría su mujer si supiese que no fue ella la que tuvo problemas de esterilidad? ¿Se imagina que se hiciera público que sobornó a los médicos de la clínica donde acudieron para propiciar el embarazo?”

20:10. Gol de Pedro. El silbido del látigo y los lamentos posteriores quedan silenciados por la profusa celebración.

-¿Qué diría la familia de ella, tanto como le aprecia?”
20: 20. Gol de Rooney. La pala snappy golpea dos veces. Todo un elogio al equipo local.

-Rece para que los jugadores no sigan a este ritmo, o le destrozaré. Tengo una pregunta aún más jugosa. ¿Qué pensaría su familia política si supiese la manera en que tiene relaciones con su esposa? ¿Se imagina la cara de su suegro mientras le observa en pleno calentamiento? Ahora, dígame. De todo lo comentado hasta el momento, ¿qué prefiere que haga público antes? ¿Qué cree que acapararía más atención?

-Nada…

-Claro, es que son tres joyas. Cuesta decidirse, lo entiendo. Abogo por hacer público el soborno, así su esposa se quita un peso de encima. La pobre lleva toda la vida engañada. Además, sería divertido meter en apuros a los avariciosos que aceptaron su dinero.

-No, por favor. No lo haga, se lo ruego.

-Le advierto que no es fácil convencerme. Las palabras son sonidos solamente. Necesito que me convenza con algo más sólido. ¿No tiene nada que ofrecerme?

-Le daré lo que quiera, por favor. Lo que quiera, pero no destruya mi reputación. Ha sido duro lograrla.

-Eso es lo que usted piensa. Pero desde luego, duro no es el término más adecuado, qué quiere que le diga. Por otra parte, se ha rendido pronto, qué pena. No es que me importe, pues yo debo proseguir con mi trabajo. Y ya que se ha ofrecido, vamos a empezar con la casa que ha comprado en Portugal. Tengo entendido que era para su puto. Parecía un buen tipo, de esos que se enamoran de su dinero y dicen sí, cielo, lo que tú digas. Tan mono. Incluso le acompañaba a todas las fiestas. Anda, que no ha fardado de lo lindo allá donde le llevaba. ¡Ay, cómo son los putos! Me cogen a un pringado pastoso, me lo vuelven loquito, y cuando han conseguido todo lo que querían de él, lo sueltan y se van a por otro. A ser posible, que tenga más de todo. Y qué caros salen… Me pregunto qué habrá sido de él; cómo se habrá tragado la tierra a un tipo tan provocador. Si solía decirle que no tenía a donde ir. ¿De veras no ha vuelto a saber nada de él?”

Giusseppa es envidiable a la hora de intimidar. Sus miradas no tienen precio.

-Veo que el tema le escuece. Me quedo el chalecito a cambio de mi silencio por el tema de la clínica y santas pascuas. El soborno va incluido, no se preocupe. ¿Le parece un precio razonable?

-Sí.

-Fantástico. Pasemos a la siguiente cuestión. Tengo entendido que hay varios coches que no usa. Más que nada porque es físicamente imposible estar en varios sitios a la vez. A ver, dígame cuál es su favorito.”

El empresario de trayectoria impecable curtido en arduas negociaciones llora. Es curioso. Los trapos sucios parecían dolerle menos.

-Mis coches.

-Creo que debo recurrir a la psicología freudiana. Estamos ante un Peter Pan atascado en la etapa del pene, cuyo tamaño debe compensar con el de sus carros. Porque vaya carros, señores.”

Tiembla, los dientes le castañetean, se siente débil. Acusa el dolor que se pone de manifiesto cuando el cuerpo empieza a reconocer que ha sido apaleado. Yo lo llamo “el segundo dolor”.

20:50. Gol de Messi. Dicen de él que es el puto amo. Me tomo la licencia de aplicar la expresión en otro contexto. Oh, baby. Yeah, baby. La ciudad está expectante, hay un gran revuelo que nos permite aprovechar los momentos de euforia para llevarlos a nuestro terreno, y cubrir así la coartada. Todo está en orden.

-Seré sincera, señor Grant. Tengo muchos amigos y me va eso de ser espléndida a la hora de hacer regalos. Digamos que me he encaprichado de sus máquinas y soy conocida por mi generosidad. Me quedo con todos; uno por cada asunto que quiera callar. Es que mi estilo de vida es difícil de mantener. Lo entiende, ¿verdad? Solo tiene que firmar estos documentos.”

21:10. Gol de Villa. El espectáculo es realmente bueno. Merece las molestias que nos estamos tomando. Y también todo el dinero que mi equipo quisiera pedir.

-No llore, hombre. Podrían pasarle cosas peores. Imagine que sus trabajadores se enteran de que el Rolls Royce lo adquirió mediante maniobras ilícitas que pusieron en juego los ingresos de todos ellos hace tres años. ¿No sería peor darles a conocer las cuentas reales de aquel año? Se buscaría muchos problemas. Lo mejor es hacer las cosas a mi manera. Fíese de mí y no se preocupe. Entreténgase en aliviar el dolor de su cuerpo, que le va a dejar más marcas que las pérdidas.”

21:30. Final del partido.

-Aquí termina nuestra relación. Mrs Shields va a salir de su vida en cuanto desaparezca tras esa puerta. Olvídela y olvide lo sucedido. Tenga por seguro que con sus posesiones ha comprado mi silencio. Por el contrario, la destrucción de las pruebas no está en venta. En cada uno de sus enredos hay mucha gente implicada, desgraciadamente. A partir de ahora, haga con su vida lo que mejor pueda, pero procure no meterse en líos. De no ser así, sabré enterarme. Por descontado, si en un ataque de pataleta piensa que puede devolverme el golpe, le aconsejo que lo piense de nuevo. No concedo segundas oportunidades. Y una cosa más: Manténgase alejado de su mujer.”



Tenemos material de primera. La cámara, situada siempre a la espalda de Giusseppa y moviéndose de manera regular para captar con precisión los planos cortos, es apagada tras la función. Ha estado retransmitiendo a tiempo real, con el audio perfectamente acompasado. Cierro la comunicación con mis compañeros y me introduzco en nuestro chat privado, que está que arde. Este es un momento para disfrutar a lo grande. Desde felicitaciones a la maestra de ceremonias, a las primeras aproximaciones sobre el jugoso banquete que nos daremos todos los implicados en la caza. Incontables loas a los planos fotográficos de D. y también –modestia aparte- la enhorabuena por encuadrar, una vez más, la actuación de mis compañeros en el contexto de un evento memorable. Es una de mis peculiaridades.

Final del juego. Ahora, a descansar.