viernes, 26 de abril de 2019

Libros leídos en abril



A priori parecía que entre las vacaciones de semana santa y los compromisos de escritura, el mes no me iba a cundir mucho en cuando a lectura. Sin embargo, he podido llegar a donde me había propuesto. Aquí van los títulos:


1.- «El tiempo está próximo», de Noel Pérez Brey.

Gané este libro en un sorteo convocado en Twitter por ForoLibro, el sitio de las reseñas literarias, a mediados de invierno.

No conocía al autor, un escritor multipremiado por sus relatos, principalmente, y he de decir que he tenido la misma sensación que tuve este verano al descubrir a Samantha Schweblin en «Siete casas vacías». Lejos de compararles, pues cada cual aborda sus textos desde un punto de vista, tan solo sugiero que ese ahondar en lo oscuro de la humanidad, ha vuelto a dejarme en estado de shock.


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Noel presenta una serie de personajes que, de entrada, no despiertan la más mínima empatía. Con trastornos obsesivo-compulsivos, desórdenes de todo tipo, adicciones y crisis existenciales; retratados en situaciones incómodas, que rayan lo desagradable y lo macabro por momentos. Y lo hace a lo largo de nueve relatos –donde se alternan las narraciones en primera y tercera persona– de estructura circular que configuran un retrato social digno de atención; de esos de los que todos somos partícipes de algún modo, en el día a día. De esos que, si conociéramos en profundidad, tal y como aquí se nos presentan, nos enloquecerían.


2.- «Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia», de Lorenzo Silva.

Esta ha sido la sexta propuesta del Club de las Letras de Santa Fe. Siempre digo que me alisté en el club de lectura para leer títulos que de otra manera no hubiesen acabado en mis manos.

Tenemos dos novelas en una: Por una parte, Laura, una chavala de catorce años, que va asentando su ética, sus ideales y su personalidad junto a sus amigas; luchando desde su limitante realidad por las injusticias inmediatas. Inteligente, observadora, aficionada a la buena música y a las letras, analista compulsiva del mundo que la rodea. Por otra, Andrés, el chico polaco. Inmigrante ilegal, acostumbrado a trabajar desde muy chico, más que bueno en los idiomas y con gusto por la literatura. Acostumbrado a perder –como la historia ha escrito sobre los polacos– y a conformarse con las opciones más desfavorecidas; a sacar partido de las pocas armas con las que cuenta y a reconocer cuándo otras personas se encuentran en peligro.

Mientras Laura nos cuenta su vida desde la convicción de que ser menor de edad es humillante –pues ha de sentirse a expensas de lo que los padres y los maestros le “aconsejan” hacer– y construye un mundo a su medida, como cualquier adolescente, donde la voz de un chico misterioso tiene más matices que sus dudas; donde las palabras pronunciadas en una lengua de una fonética más rica que la española invita a imaginarse el mundo de otra manera, Andrés propicia que ella haga esa transición de niña inocente a chica espabilada; el cruce hacia la línea de sombra que él ya ha llevado a cabo.


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Valiéndose de sus lecturas, de los ambientes en los que se mueve y de su carácter templado, Andrés inventa su propio libro de aventuras dentro del que Laura narra. Un libro donde prima el viaje del héroe, donde él puede ser el protagonista de su historia a medida y donde las cosas salen como a él le gustaría, pues se intuye que el final es demasiado benévolo. Muy lógica la historia del muchacho, atrapado como está en una situación que no le hace justicia ni le deja mostrarse tal cual es. Brillante, por otra parte, el punto de vista de la chica, plagado de matices, hablando deprisa, queriendo saber muchas cosas.


3.- «Binti», de Nnedi Okorafor. Traducido por Carla Bataller Estruch.

Este libro lo gané en un sorteo de Twitter –aquí es cuando ya se te pone la mosca detrás de la oreja y piensas «¿qué pasa, que ganas todos los sorteos de Twitter?». Pero no te preocupes, tan solo tuve una racha buena– y ha sido de los que más ilusión me ha hecho recibir, puesto que llevaba yéndole detrás desde que empecé a oír hablar de él.

¿Por qué se hablaba tanto de él? Bueno, se trata de una novela breve de ciencia–ficción escrita por una mujer de origen africano que ha ganado el Nébula y el Hugo. Cuenta, además, con una ilustración llamativa que recopila todos los elementos importantes de la historia. Y después de un año, Carla sigue tan orgullosa de su trabajo. Como para no picarme la curiosidad.


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Bueno, pues el libro ha caído de una sentada y sí, para no entrar en destripar la trama, puedo asegurar sin más preámbulo que está a la altura de todo lo bueno que se ha dicho de él a lo largo de este año. Las matemáticas como nunca me las habían contado y la perspectiva de género como está mandada. Otro indicador de que un libro mola mucho, por cierto, es que mi hijo le eche el ojo y me pregunte si lo puede leer. Tiene un olfato muy fino...

Auguro que las buenas críticas van para largo, así que ahora tengo que conseguir «Binti: Hogar» porque dicen las de Crononauta que a finales de año saldrá el tercer tomo.


4.- «La sonrisa etrusca», de José Luis Sampedro.

Una de esas buenas lectoras con las que me junto me donó este libro a finales de verano. Desde mis tiempos de BUP, el título me llamaba mucho la atención y, si hubiera caído en mis manos antes, antes lo hubiese leído. Pero se ve que el momento adecuado era este.

La historia de Salvatore Roncone bien podría ser la de cualquier otro señor que haya estado en la guerra. Da igual la guerra y da igual el frente, siempre que sea la resistencia. Se trata de luchar por lo que uno posee y defenderlo hasta el delirio, décadas después de que todo acabe, hasta quedarse atrapado para siempre en ese período de tiempo en el que los sentidos se agudizan al máximo. Su manera de entender la vida tiene muchas variantes, aunque conducen a lo mismo una y otra vez, de manera irremediable. En este caso, los recuerdos se quedan anclados en Roccasera, Calabria. Pero ¿acaso mi padre y mi abuelo no me contaron tantas historias similares y ni siquiera tomaron las armas? 


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De hecho, mi padre también fue pastor –e igual de terco–, así que me he reído con más motivo de las historias del abuelo de Brunettino. Un abuelo que ejerce su cargo con la alegría de quien descubre el sentido de la vida, meses antes de que la suya se extingaLo más destacable del texto es el ingenio con el que el autor logra hacer evolucionar al personaje y contraponer su visión masculina y arrogante con el parecer de las mujeres a las que se va atreviendo a conocer sin juzgar.


5.- «Consent», de Nina Raine.

La lectura propuesta por el Club de Lectura Feminista y LGBTI «Lees otras Cosas» es un texto dramático que fue editado, a la vez que estrenado, en 2017.

Me he quedado tiesa. La obra presenta a un grupo de amigos en el que todos están al corriente de la vida privada de los demás; donde, cada vez que hay un conflicto, todos se cuestionan, emiten opiniones rápidas y juicios de valor convenidos en abierto. Luego cada cual establece sus alianzas y sus tratos preferentes en privado. Las drogas, por cierto, son un personaje más. El alcohol y los porros están presentes en casi todas las escenas del primer acto.

Se trata de un texto breve que analiza no solo lo que promete la sinopsis –esclarecer si hubo consentimiento en un encuentro sexual–, sino todas las minucias subyacentes bajo los hechos cotidianos: Las necesidades de unos frente a las de otros, lo que cada cual considera objetivo e indiscutible, lo que se manipula con más o menos conciencia. Y ahí es donde se descubre que la vida cotidiana de estas personas está desnaturalizada. Se pone de manifiesto en cuestiones básicas, como la obsesión por comprender y analizar de manera intelectual, sin emoción; la paternidad concebida como un patrón repetido, sin compromiso; la rivalidad entre colegas y compañeros de profesión, llevadas a los celos extremos; la necesidad de controlar y poseer, de mantener a toda costa las pertenencias. Y la manía de entender el no como un código inverso.


Consent


Los personajes en activo ponen toda su energía en su trabajo o en el área en la que mejor se manejan. Cuando acaba su sesión, siguen hablando de ello, a todas horas, intentando demostrar con palabras que todo gira en torno a eso y que son los mejores en lo que hacen. Lo cual, a la larga, deriva en un vacío de su vida personal, en el desconocimiento total de su entorno, de las personas más cercanas. Hasta el inevitable batacazo, donde el ego no sirve de escudo.

  ¡La de pequeños detalles que se escapan a la primera por mezclar tantas conversaciones! La de cosas que se insinúan y quedan sin explicar, para no complicar más la trama. Una trama que los protagonistas no llegan a captar hasta el último momento, atrapados como están en sus propias miserias. El trasfondo, tan evidente como complejo, fuerza al lector a posicionarse a la misma velocidad que lo hacen ellos, según transcurren los hechos.


6.- «La loca de la casa», de Rosa Montero.

La séptima propuesta del Club de las Letras. Debería ser una por mes, pero como íbamos con retraso por motivos ajenos a nosotros, ahora nos estamos espoleando.

Este es el tipo de texto que yo escribiría, gustosa, si tuviese tiempo para dedicarme a ello –de hecho, no hace mucho que escribí un relato, a modo de reto, que tiene algo que ver–. Un compendio de anécdotas literarias entremezcladas con otras personales, y con breves ejercicios de literatura para analizar el complejo mundo de la escritura, de las pasiones y de la locura. El título del libro alude a una frase de Santa Teresa de Jesús en la que define así a la imaginación. Un trabajo honesto sobre el oficio de escribir y sus entresijos, con la dedicación de quien ha leído a muchos autores, ha escrito textos de todo tipo y ha consagrado su vida a las letras.

Esa honestidad pasa por analizar el triunfo y el fracaso, con todos los matices que se derivan de ambos; los diferentes motivos que llevan a las personas a volcarse en la escritura; los problemas derivados de la incomprensión, de los traumas personales que se desean purgar; la vanidad, el impulso de trascender; las enfermedades mentales y el consumos de drogas que influyen en la composición de los textos; la importancia de las personas que conforman el entorno inmediato de los autores. Impagable el pasaje dedicado a las esposas de los escritores, en el que desglosa de manera exhaustiva la importancia histórica de las mujeres consorte para sus maridos literatos, la vida –tergiversada por las malas lenguas para su inmortalidad biográfica– de algunas de las figuras más relevantes y la improbable figura de los esposos de las escritoras.


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He disfrutado mucho de callejear por las explicaciones y las teorías propias y ajenas que presenta a lo largo de cada capítulo y es un alivio cuando los locos de la casa nos vemos representados y comprendidos por otros como nosotros. El caso es que leí algo de esta autora hace unos 15 años, pero soy incapaz de recordar el título. Es más, creo que era una novela, pero no estoy segura... Recuerdo algo de alguien subiendo una estructura arquitectónica, un hombre en una casa, no sé si secuestrado o aislado, y alguna escena sado donde la dómina se frustra porque el pelele aguanta menos de lo esperado. Si tienes idea de qué libro es, me alegrará que me lo digas.

Tenía pendiente explicar algún día mis problemas de memoria, de modo que aprovecho y lo hago ahora: Resulta que solo recuerdo lo que me hace reaccionar emocionalmente, al margen de que me guste más o menos, porque asocio las palabras a las sensaciones. El resto, lo olvido. Precisamente Rosa Montero, en un momento dado de su obra, comenta que ella clasifica a los autores en dos grandes grupos: los memorísticos, anclados en el pasado, capaces de recitar fragmentos enteros de cualquier obra y muy dotados para las grandes descripciones, y los amnésicos. Es evidente en qué grupo me incluyo. La explicación que da de la gente como yo –y como ella– es que nuestros recuerdos son como una pizarra emborronada, por eso nos centramos en la acción y en las sensaciones, pues nuestro estilo es más simbólico o emblemático.


Esto ha sido todo. Muchas gracias por leerme. ¡Nos vemos el fin de semana en FicZone, en el estand de AutoraZ!




3 comentarios:

Jose Manuel González dijo...

¡Binti...! 😍

Erika Cipré dijo...

¿Lo has leído? El sábado volaron los dos tomos en el estand de AutoraZ.

Jose Manuel González dijo...

No me extraña: Está bien y es inicio de saga. Éxito asegurado.