Ya es el tercer mes
consecutivo en el que cada lectura nueva se relaciona con la que he terminado y
me lleva la cabeza por unos derroteros que van en consonancia con mi mundo
interior. Es por eso que, en esta ocasión, me he decidido por comentar dos
novelas que presentan la misma problemática –la violencia patriarcal– analizada
desde diferentes contextos.
1.- Imagina
que eres Dios. Una historia de rabia, de G. V. Estiballes.
Conocí
a Guillermo en la primera edición del Golem Fest de Valencia, hace poco más de
un año pero, hasta ahora, no había llegado el momento de adentrarme en su obra
publicada. Pensé, pues, que sería buena idea empezar por el inicio de su
producción literaria. Lo primero que hay que decir de él es que con esta novelette ganó el IV Premio de Novela Tandaia.
Ha
sido comenzar a leer y retrotraerme a mi adolescencia; a mis conflictos, a mi
rabia, a mi odio, siempre a flor de piel. Descubro, por enésima vez, que el salto generacional se va marcando
entre las mujeres por los cambios sociales, dejando atrás, paso a paso, las
viejas costumbres. Mientras que el prototipo
básico masculino se mantiene fiel al patrón del que se sacan los calcos,
por mucho que varíe el contexto. Me encanta Laura, esa muchacha que, de tanto en tanto,
se arma de valor y se atreve a desobedecer órdenes o a hacer alguna barbaridad
típica de su edad y que luego afronta las represalias con entereza.
Y
la abuela, que mantiene una relación con ella tan dulce como la que tuvo con su
nuera y que se siente responsable de las
generaciones posteriores, por cómo las ha abocado al desastre. Eso es algo
que me reconcome, porque me toca de manera directa: el hecho de que una persona
sea consciente de un problema que depende de sí y no haga nada por evitarlo –por
miedo, por vergüenza, o por falta de convicción– es un conflicto que aún no he
resuelto con la gente mayor. Me siento rodeada de personas que esperan que los
problemas se solucionen por sí mismos, aunque los hayan ocasionado ellas.
Me consta que este es un libro que algunas personas no son capaces de terminar, por la dureza de algunas escenas o, como decía antes, por lo mucho que les resuena esa situación cotidiana tradicional que está más presente de lo que la sociedad está dispuesta a reconocer.
Por
otra parte, en la mayoría de los libros logro vislumbrar el significado del
título o la relación que pueda tener con alguna trama con cierta facilidad
mientras que, en esta ocasión, he tardado un poco en verlo claro y la verdad es
que ha sido un golpe de efecto
importante.
El
peso de la banda sonora merece una mención aparte. Cada capítulo está encabezado por un fragmento que también
sirve de inspiración para desarrollar la acción y el desarrollo de la trama.
Quien haya sido joven entre los 80 y los 90, no necesita hablar euskera para
desentrañar las letras de los grupos vascos Su Ta Gar y Urtz puesto que intuye
que el discurso se integra en el resto de artistas de estilo punk o rock.
2.- La
flor púrpura, de Chimamanda Ngozi Adichie. Traducido por Laura
Rins Calahorra. Con prólogo de Gabriela Ybarra.
Ganadora
del Commonwealth Writers´ Prize y el
Hurston/Wright Legacy Award, esta ha
sido la lectura propuesta desde el Club de Lectura de Cúllar Vega que me ha
acompañado durante un tramo de las vacaciones de navidad.
Se
trata de un libro tan entrañable como terrible. Ambientado a finales de la
década de los sesenta, en la época del golpe
de estado en Nigeria, narra el día a día de una familia autóctona privilegiada, adaptada a los patrones impuestos por los británicos. Eugene, el padre
de familia, es un colonizado –en cuanto a patria y credo– orgulloso de serlo,
rico empresario que trabaja en un diario que se esfuerza por contar la verdad
de la situación política y social. De manera paralela, se confiesa ante el
padre Benedict cada semana y se esfuerza por alcanzar la perfección de cara a
Dios y a su pueblo, mientras ejerce una doble moral a la hora de tratar a su
propia familia, a la que acusa de flirtear con el pecado. Para meter a su
esposa y a sus hijos por vereda se toma la licencia de aplicarles ejemplares castigos
físicos.
Como
ya se sabe, cada cual considera normal lo que le pasa, si no tiene con quien compararse. Eso es lo que sucede a los
jóvenes Kambili y Jaja, cuando visitan a su tía Ifeoma. Descubren lo que es una
familia, el amor sin exigencias ni expectativas, el apoyo incondicional entre
cada uno de los miembros, la confianza para exponer cada cual sus problemas, la
cooperación, el respeto, las risas. A partir de ese cambio de contexto, los
acontecimientos se desencadenan.
El
texto de Ybarra es un claro ejemplo de lo
que un prólogo ha de constituir
para un libro; el extra de información aclaratoria necesaria para acabar de
entender esos detalles implícitos de un texto literario.
Mañana, 21 de enero, estaremos en el Restaurante Al-Laurel. El Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas» plantea un debate sobre la prostitución y la violencia patriarcal, a raíz de la lectura y las reseñas de los libros Memorias
de una salvaje, de Bebi Fernández y Las malas, de Camila Sosa Villada.
El viernes 24 presentaré mi poemario ilustrado en Santa Fe con la inestimable colaboración de mis compañeras del Club de las Letras. Será un evento apto para jóvenes.
Y el próximo miércoles 29, de nuevo de la manos del Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas», estaremos en el bar La Goma para comentar la lectura elegida del mes: «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres», de Siri Hustvedt.
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