martes, 21 de abril de 2020

Día Mundial del Libro en casa




La primera vez en mi vida que no celebré el Día del Libro en la calle. Podría ser el título de una redacción escolar, o las batallitas de una abuela escritora a sus nietos. Sin embargo, en realidad no es más que un desafío para desatar la imaginación.

Desde que comenzó la reclusión, hemos visto todo tipo de propuestas por las redes sociales. Editoriales y autores que han puesto parte de su catálogo digital para descarga gratuita, sorteos semanales de libros físicos o digitales, presentaciones, entrevistas y recitales online... Todo es válido para no aburrirse en casa y para promocionar la cultura.  

A ello hay que sumar infinidad de propuestas llevadas a cabo por las bibliotecas y los clubes de lectura, tales como el #QuédateEnCasaYLee y el concurso de fotografía del Club de Lectura Feminista y LGTBI de Granada «Lees Otras Cosas». ¡Date prisa y participa!


La imagen puede contener: texto que dice "Envíanos una fotografía (sólo una) en la que que estés leyendo un libro desde una ventana balcón donde estés pasando este confinamiento. Tienes hasta el 22 de abril a las 23:59h."


Estes es el reto de la Biblioteca Pública Municipal de Cúllar Vega:


La imagen puede contener: 1 persona, sentado y texto


Y aquí las actividades previstas por la Biblioteca de Santa Fe:


La imagen puede contener: 1 persona, texto


Por mi parte, procuro participar en unas y otras actividades siempre que puedo, aunque mi prioridad durante el encierro es adelantar la escritura debido a que, precisamente por los eventos que nunca me faltan, tenía algo encasquillada.

A primeros de mes participé en el 14º Café con Letras de Armilla, edición #protocolofantasma  y hoy quiero compartirte el poema con el que fui ganadora.


La imagen puede contener: una o varias personas, personas sentadas y texto



Carta de la abuelita

Recuerdo qué tiempos aquellos
en los que hube de fingirme enferma
para que te dejaran visitarme.
Buscaba en ti compañía,
distracción, cariño, empatía.
Fueron años muy dulces
–mas nunca bellos–,
porque nada sucedía
parapetada en mi noche eterna
que pretendía, a cada aurora, derrotarme.

Eras muy joven para entender
que la gente tiene dos caras;
que mientras una sonríe,
de cara a la galería,
la otra sufre y se lamenta,
acusada de brujería.

¡Ay, Caperucita! Perdón,
Cresta Roja –no me acostumbro
a tu nombre de guerra–.
¡Cómo contarte lo que me aterra!
No sé ni por dónde empezar...
En lo que a mí concierne,
sé que lo he hecho todo mal.
La culpa fue de tu abuelo
Quien, a golpes, me exigía
dedicación, esclavitud, sumisión.
Y si no le complacía,
por muerta me podía dar.

Mírame bien, Cresta Roja.
Cuántas veces preguntaste
«abuelita, ¿por qué eres coja?».
Y yo te inventaba cuentos
como si inventase otra vida
–una un poco menos podrida–
en la que poder dejar
a todos mis monstruos contentos.
Nunca supe reaccionar.

En mi niñez no fue válido
protestar si algo no gustaba.
Era mejor suspirar
y dedicarse a los rezos
–murmullo tenue, consuelo cálido–
hasta que algo pasaba.
¡Y no veas lo que pasó!
Me gané el desprecio, a pulso,
de mi madre y mis vecinas;
de todas aquellas mujeres
que de nada se quejaban
–en voz alta, por lo menos–.
Todas igual de cretinas
que yo. Mi poca luz se apagó.

Cada cual tenía su teoría
de por qué mi propia flaqueza
en víctima me convirtió,
sin atender si dolía
cada golpe, cada acusación.
Quería aparentar entereza
mientras brindaba a cada cual su maldición.
Pero en silencio, mi niña,
siempre en silencio. Que la voz,
al nacer, me abandonó.

 A partir de aquel momento
hice ver que no temía;
que no me asustaba nada,
porque casi agonizaba.
Para mí acabó el tormento
–y me avergüenza decirlo
pero, no, no lo lamento–
cuando tu madre empezó a crecer.
Era más apetecible
corregir su conducta errada;
observar cómo se apañaba
cuando tu abuelo del cabello la arrastraba.
Total, qué le iba yo a hacer
si, aunque quisiera correr, no podía.

Toda una vida fingida,
Cresta Roja de mi amor.
Entera desperdiciada,
por no buscar ayuda en la manada.
¿Y sabes qué es lo peor?
Que el lobo malo sigue atento;
aún caza ovejas a cientos.

Ahora, mi niña querida,
a ti pretende educarte.
En ti ha puesto ya sus ojos
pues, de nosotras, ¿qué queda,
más que almas rotas, despojos,
de entrañas desprendidas
y de encías desdentadas?
Huye o lucha mientras puedas.
Yo más no puedo ayudarte.




Y, por cortesía de Poesía para tu Día, he participado en El Verso Cítrico y manta, la edición #yomequedoencasa de El Verso Cítrico, con un vídeo de 15 minutos en el que presento mi poemario ilustrado «Sintomatología de la perdición» (Ediciones Algorfa, 2019)y recito algunos de los poemas más representativos. Te dejo el cartel promocional del evento online:

La imagen puede contener: texto

La imagen puede contener: Erika Cipré, gafas
Imagen tomada durante la grabación del recital.


Recuerda que si quieres conseguir mi libro, no tienes más que encargarlo en la página web de la editorialhttps://www.edicionesalgorfa.es/

Esto es todo. ¡Gracias por pasarte a leer! Espero que no te falten libros para esta cuarenta ni que te falle la conexión a internet y disfruta de la apabullante oferta cultural. ¡Salud! 


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