lunes, 20 de enero de 2020

Venganza con perspectiva de género.




Ya es el tercer mes consecutivo en el que cada lectura nueva se relaciona con la que he terminado y me lleva la cabeza por unos derroteros que van en consonancia con mi mundo interior. Es por eso que, en esta ocasión, me he decidido por comentar dos novelas que presentan la misma problemática –la violencia patriarcal– analizada desde diferentes contextos.


1.- Imagina que eres Dios. Una historia de rabia, de G. V. Estiballes.

Conocí a Guillermo en la primera edición del Golem Fest de Valencia, hace poco más de un año pero, hasta ahora, no había llegado el momento de adentrarme en su obra publicada. Pensé, pues, que sería buena idea empezar por el inicio de su producción literaria. Lo primero que hay que decir de él es que con esta novelette ganó el IV Premio de Novela Tandaia.

Ha sido comenzar a leer y retrotraerme a mi adolescencia; a mis conflictos, a mi rabia, a mi odio, siempre a flor de piel. Descubro, por enésima vez, que el salto generacional se va marcando entre las mujeres por los cambios sociales, dejando atrás, paso a paso, las viejas costumbres. Mientras que el prototipo básico masculino se mantiene fiel al patrón del que se sacan los calcos, por mucho que varíe el contexto. Me encanta Laura, esa muchacha que, de tanto en tanto, se arma de valor y se atreve a desobedecer órdenes o a hacer alguna barbaridad típica de su edad y que luego afronta las represalias con entereza.

Y la abuela, que mantiene una relación con ella tan dulce como la que tuvo con su nuera y que se siente responsable de las generaciones posteriores, por cómo las ha abocado al desastre. Eso es algo que me reconcome, porque me toca de manera directa: el hecho de que una persona sea consciente de un problema que depende de sí y no haga nada por evitarlo –por miedo, por vergüenza, o por falta de convicción– es un conflicto que aún no he resuelto con la gente mayor. Me siento rodeada de personas que esperan que los problemas se solucionen por sí mismos, aunque los hayan ocasionado ellas.


No hay descripción de la foto disponible.


Me consta que este es un libro que algunas personas no son capaces de terminar, por la dureza de algunas escenas o, como decía antes, por lo mucho que les resuena esa situación cotidiana tradicional que está más presente de lo que la sociedad está dispuesta a reconocer.

Por otra parte, en la mayoría de los libros logro vislumbrar el significado del título o la relación que pueda tener con alguna trama con cierta facilidad mientras que, en esta ocasión, he tardado un poco en verlo claro y la verdad es que ha sido un golpe de efecto importante.

El peso de la banda sonora merece una mención aparte. Cada capítulo está encabezado por un fragmento que también sirve de inspiración para desarrollar la acción y el desarrollo de la trama. Quien haya sido joven entre los 80 y los 90, no necesita hablar euskera para desentrañar las letras de los grupos vascos Su Ta Gar y Urtz puesto que intuye que el discurso se integra en el resto de artistas de estilo punk o rock.



2.- La flor púrpura, de Chimamanda Ngozi Adichie. Traducido por Laura Rins Calahorra. Con prólogo de Gabriela Ybarra.

Ganadora del Commonwealth Writers´ Prize y el Hurston/Wright Legacy Award, esta ha sido la lectura propuesta desde el Club de Lectura de Cúllar Vega que me ha acompañado durante un tramo de las vacaciones de navidad.

Se trata de un libro tan entrañable como terrible. Ambientado a finales de la década de los sesenta, en la época del golpe de estado en Nigeria, narra el día a día de una familia autóctona privilegiada, adaptada a los patrones impuestos por los británicos. Eugene, el padre de familia, es un colonizado –en cuanto a patria y credo– orgulloso de serlo, rico empresario que trabaja en un diario que se esfuerza por contar la verdad de la situación política y social. De manera paralela, se confiesa ante el padre Benedict cada semana y se esfuerza por alcanzar la perfección de cara a Dios y a su pueblo, mientras ejerce una doble moral a la hora de tratar a su propia familia, a la que acusa de flirtear con el pecado. Para meter a su esposa y a sus hijos por vereda se toma la licencia de aplicarles ejemplares castigos físicos.


No hay descripción de la foto disponible.


Como ya se sabe, cada cual considera normal lo que le pasa, si no tiene con quien compararse. Eso es lo que sucede a los jóvenes Kambili y Jaja, cuando visitan a su tía Ifeoma. Descubren lo que es una familia, el amor sin exigencias ni expectativas, el apoyo incondicional entre cada uno de los miembros, la confianza para exponer cada cual sus problemas, la cooperación, el respeto, las risas. A partir de ese cambio de contexto, los acontecimientos se desencadenan.

El texto de Ybarra es un claro ejemplo de lo que un prólogo ha de constituir para un libro; el extra de información aclaratoria necesaria para acabar de entender esos detalles implícitos de un texto literario.




Espero que te pique la curiosidad y que, si no lo has hecho ya, te adentres en la lectura de estas novelas. Aprovecho para anticiparte las novedades de los próximos días:

Mañana, 21 de enero, estaremos en el Restaurante Al-Laurel. El Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas» plantea un debate sobre la prostitución y la violencia patriarcal, a raíz de la lectura y las reseñas de los libros Memorias de una salvaje, de Bebi Fernández y Las malas, de Camila Sosa Villada.






El viernes 24 presentaré mi poemario ilustrado en Santa Fe con la inestimable colaboración de mis compañeras del Club de las Letras. Será un evento apto para jóvenes.




Y el próximo miércoles 29, de nuevo de la manos del Club de Lectura Feminista y LGTBI «Lees Otras Cosas», estaremos en el bar La Goma para comentar la lectura elegida del mes«La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres», de Siri Hustvedt.





Esto es todo. ¡Gracias por pasarte a leer! Volveré el 30 de enero con la galería de fotos de los eventos y con más novedades.


No hay comentarios: